Kapuściński, en su libro «Viaje con Heródoto» nos acerca tres posibles definiciones de patria. Según Genet: «Mi patria es donde tengo dos, tres conocidos.» Camus dice: «Sí, tengo una patria: el idioma francés.» Los Tuareg tienen la patria, allá donde la lluvia cae. Este pensamiento me ronda la cabeza durante estas últimas semanas. Patria.
Este verano es la primera vez, en unos cuantos años, que he pasado mucho tiempo en el lugar en el que nací y en el que viví la mayor parte de mi vida. Hasta ahora no había tenido ningún tipo de morriña (tampoco la tengo ahora), no me considero una persona apegada a un terruño. Me he considerado siempre bastante independiente de mi entorno, bastante dinámica y con libertad de movimiento, tanto física como psíquicamente. Pero, resulta que para la gente que me rodea, no soy de ningún sitio: acá soy la española, allá, la alemana. No soy ni de Segovia ya, pero tampoco de Madrid, y tampoco seré de Berlín. No es algo que me quite el sueño; ahora mismo sé que mi estancia en Berlín también tiene fecha de caducidad y no me asusta, pues sé que soy capaz de empezar de cero en cualquier sitio, como ya fui capaz de hacerlo dos veces. No le tengo miedo. Tampoco le tengo miedo a llegar sola a un sitio, pues ya estuvimos, mi macuto y yo, viajando por Sudamérica, sin esperar nada de nadie, sin esperados por nadie. No le tengo miedo.
Pero…¿y si he llegado al punto de no ser capaz de crear vínculos, pues sé que me acabaré yendo? Amo a mi gente, pero no me hace falta su cercanía para seguir sintiéndolos cerca. Si son amigos de verdad. Pero, con gran dolor para mí, una persona importante hace pocos meses me dijo que la distancia es algo difícil contra lo que luchar, que diluye, que imposibilita. Imposible.
¿Hasta dónde quiero llegar? ¿Hasta dónde puedo llegar? A partir de ahí empecé a hilar una serie de pensamientos. ¿Por qué me cuesta «tan poco» hacer el macuto y pirarme? O igual es que soy como Jean Genet, y mi sitio es allí donde me quieren, sabiendo que los amigos de verdad seguirán «a mi lado» esté donde esté. Tan cuerda como siempre, tan loca como nunca. Estoy conociéndome. Y aún no terminé. Ando todavía buscando al Otro,como también buscaba Kapuściński con el libro «Historia» de Heródoto en la mano. Ese Otro que le permite a uno conocerse a sí mismo.
Berlinerin
-
Entradas recientes
Archivos
- noviembre 2015
- diciembre 2014
- octubre 2014
- agosto 2014
- julio 2014
- junio 2014
- May 2014
- febrero 2014
- enero 2014
- diciembre 2013
- noviembre 2013
- octubre 2013
- julio 2013
- junio 2013
- May 2013
- abril 2013
- marzo 2013
- febrero 2013
- enero 2013
- octubre 2012
- septiembre 2012
- febrero 2012
- enero 2012
- diciembre 2011
- noviembre 2011
- octubre 2011
- junio 2011